jueves, 3 de septiembre de 2009

Pide un deseo



Tras caminar sin rumbo fijo por aquella vieja ciudad, llegué a un mercado ambulante que jamás vi antes. No soy un experto en rincones con encato pero conozco varios rincones encantadores y, esta calle estrecha no la conocía. No consigo encontrar ninguna placa que me informe de su nombre. En realidad no me importa. Me dejo llevar por los olores, los colores. El murmullo de la gente que curiosea, aqui y allá. En un puesto libros, juguetes muy antiguos, cromos, utensilios del hogar. Algunas cosas, casi, las había olvidado, recuerdo haberlas visto de crio.
Me hubiera encantado poder pasear de su mano entre tantas almas atrapadas en objetos. Cada objeto lo imagino en su lugar original, donde realizó el cometido para al que fué creado. Me hubiera gustado tanto jugar a imaginar historias con cada objeto. Una vez yo, otra vez ella. Pisandonos las historias a medida que las ideas nos salen a borbotones. Un puesto de telas de miles de colores, pañuelos de seda, mantones ya en deshuso, y su sonrisa entre ellas sería aún más bonita. Porque ningún tinte puede igualar su sonrisa pintada de rojo.
Sigo paseando, y pensando una y otra vez: "esto le gustaría, esto tambien".
Me paro en un puesto que solo se compone de una tabla, con una sábana azul, raída y descolorida. Cromos, etiquetas y espera!. Algo que me llama la atención, una vieja entrada a la Ópera de París, la entrada que materializa mi sueño más escondido. Un sueño que sé que no cumpliré, un sueño por compartir. Me entristece algo saberme excluido de mi propio sueño.
Me atrae la luz de otro puesto más alejado. Lámparas, con la pantalla casi quemada, pero con un encanto inquietante. En medio de ellas una lámpara especial, no es electrica ni luce. Una lámpara que bien podría ser la del cuento de Aladino. De cobre, un cobre ya oxidado, verdoso. Recondándome los tejados de las ciudades del centro de Europa que hubiera querido visitar acompañado. Vaya una tarde melancólica. Otro día os hablaré de la melancolía, mi amiga fiel, mi olor del alma.
La cogí en mis manos y manchádome de su color verde, impregnandome de ese olor metálico.
"Cuanto quiere?". Barata me parece, "tenga". Es mi compra mi tesoro. La miro mientras no dejo de caminar. Me quedo casi hipnotizado mientras la miro. Cuando me doy cuenta he salido del mercado, me giro. Nada. Tanto me he alejado que ni siquiera veo los últimos puestos.
Como un juego de infancia, mirando a cada lado para no hacer un ridículo casi dulce, me pongo a frotarla. A frotar mi vieja lámpara. Hasta que su viejo genio hace presencia. Tan viejo, tan cansado, tan hundido por haber sido usado para deseos materiales, para dañar a otros, que solo le queda un único deseo. Nada de tres, solo uno: "piénsalo bien". Si claro solo será un deseo. Ya sé, será el que más anhelo. Porque si lo pienso bien como dijo el genio, cual es mi deseo?.
Ya te tengo!!!!!!!
Llevo mi lámpara y la dejo en su portal, esta mañana cuando salga a trabajar, ella la encontrará. Ella pedirá el único deseo que le queda al viejo genio. Yo cumplí el mío, verla feliz al cumplir su deseo.

3 comentarios:

  1. Me dejas alucinada, como mezclas los sentidos y sensaciones a lo largo de tu relato....me ha encantado....

    ópera de parís??? xq no??? un día te voy a escribir algo al respecto...recuerdamelo si???

    cumplió su deseo de verdad??? jjjjque cotillla...un besazo cargado de sueños, me encanta soñar....

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  2. Pues entonces te lo recuerdo, Opera de Paris. Se que un dia me sentaré a escuchar, a ver, a sentir ,a soñar.

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  3. Otro día te recuerdo algo al respecto...y va con los sueños....pero eso será otro día...

    Nunca he ido a la ópera y tampoco a París....me lo pensaré....

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