martes, 30 de marzo de 2010

Un cuento


Esta es la historia de un trovett, un trovett muy especial.

Un trovett es un duende de los sueños, un ser mágico, casi invisible, que habitan entre nosotros. Herederos de la mágia de siglos, nadie sabe de donde vienen con certeza, pero ahi están.

Hay quien dice que son descendientes del dios del sueño, que fué maldito por hacer dormir a un gran dios en medio de una lucha encarnizada, así todos sus descendientes deberían vivir entre sueños, alimentandose de las pesadillas de los humanos.

Es por ello que cuando tenemos una pesadilla y nos despertamos ya nos sentimos
a salvo, y si es un bello sueño nos acompaña esa asensación durante horas. Si un trovett estaba cerca hará desaparecer las pesadillas.

Una noche como tantas otras, nuestro trovett, se deslizó por la puerta semiabierta. Nada más entrar en aquella habitación algo le atrajo como jamás antes lo había hecho nada en este mundo.

Y sintió curiosidad porque solo se oía el respirar de ella, se oía como el aire pasaba entre aquellos labios de mujer, para alimentar los pulmones del ser que dormía, que descansaba y soñaba. Un oxigéno que hacía latir aquel corazón que bombeaba su caliente sangre por cada rincón de su tumbado cuerpo desnudo.

El trovett, se acercó, no habían pesadillas así que no comprendía que le atraía hacia ella.

Llegó casi a tocarla, así pudo ver su bello cabello negro, su piel blanca. Hay quien ni siquiera la vería extremadamente guapa, labios sin una carnosidad extrema, pero bellísimos a los ojos del trovett. No podía apartar su mirada de ella, de ese cuerpo que descansaba. Creía estar viendo un sueño, el sueño que reemplazaba las pesadillas que cada noche absorvía para sobrevivir.

Su sueño, yacía en aquella cama, las ganas de verla sonreir podían más que la necesaria precaución que deben tener los seres mágicos para no ser descubiertos.

Ya no deseaba sus pesadillas, se moría por que no sufriera ni siquiera en sueños. Y ese sería su cometido, cada noche justo despues que ella quedara dormida el velaría su sueño, no permitiría que ninguna pesadilla llegara a tocarla. Nunca rozarían a ese ser que prendó su mágica alma.

Cada noche se sentaba al lado de su lecho, mirando su rostro, imaginando como debería ser sentir esos labios que entreabiertos exalaban el cálido aliento de un ser que sin una sola palabra era capaz de hechizar a un trovett.

Cada noche, necesitaba verla descansar, necesitaba ver como respiraba sin sobresaltos.

Pero jamás tenia pesadillas, jamás un mal sueño que perturbara su descanso pero que alimentara al trovett.

Pero repetía su vigilia una y otra vez, no quería dejar perder un segundo al lado de aquella mujer.

Y pasaban las noches, y no afloraban las pesadillas, su sueño sin que ella lo supiera era plácido porque se sentía protegida.

Y el trovett, se fué apagando sin pesadillas que lo alimentaran, sin malos sueños.
Pero no se alejó de ella, no podía dejar de mirarla, de besarla en su imaginación de sonreir al verla sonreir en sueños.

Una y mil noches, con bellos sueños, tan bellos como su corazón, como el alma blanca de aquel ser que dormía mientras el trovett deseaba fuera feliz incluso en sueños.

Hasta que una noche el trovett no apareció, esa noche habría un vigilante de las pesadillas menos sobre la faz de la tierra. Esa noche el trovett ya no pertenecía a los duendes del sueño que viven entre los seres durmientes. Los ejercitos de trovett eran un alma menos.

Esa noche, al no sentir la presencia de su ser enamorado velando su tranquilidad, esa noche, ella tuvo la más horrible de las pesadillas.

Esa noche ya no existía el vigilante de sus sueños, esa noche sin embargo hay quien dice que una estrella brilló más que nunca, como si se asomara desde el firmamento para asegurarse que ella, no sufría con una pesadilla.

domingo, 28 de marzo de 2010

Entre las estrellas


El sonido del agua hirviendo impregnándose del sabor del café molido, llenando de olor intenso el aire.

El agua cálida cayendo sobre la espalda un segundo antes de cerrar el grifo.

La toalla suave sobre la piel aún mojada.

Vestirse con el aroma del café recién hecho.

Una taza dos cucharadas de azúcar, unas galletas.

La mirada por la ventana, por donde entra el sol, calentando la piel con el olor al after shave.

Colonia sobre la piel, y sobre la camisa.

Mirada en el espejo.

La música suena, invita a bailar, a soñar que se baila.

Abrir el armario, para coger la chaqueta, es la última prenda de vestir para poder salir un día más a trabajar. Y ahí está...

La ropa de ella. Las camisas que olían a ella, dibujando el perfil de sus senos. Sus pantalones que dejaban ver las curvas de mujer, sus chaquetas elegantes, atrevidas, informales. Su vestido, ese vestido especial, casi glamouroso, de suave tacto que tantas veces rozó al pasar tu mano por la cintura de ella, al cederle el paso al entrar o salir.

Y en los cajones su ropa interior, la que le daba una imagen tan deseable, y la que se quitaba de forma tan sensual.

Todo sigue allí, su ropa, su recuerdo...

Todo menos ella, o tal vez si estaba aún.

Hace tanto ya que se despidió de él.
Aún la recuerda, aún la ama, aún espera oir su risa, ver sus ojos, sentir sus manos, rozar su piel...

Sabe que allá donde van las almas ella le espera.

Un día más el vivirá sabiendo que a la noche en esas brillantes estrellas ella se esconderá. Jugarán una vez más, a esconderse y a descubrirla, sin lágrimas.
Porque un día el también se irá, allá donde ella le espera, donde ella le envía cada amanecer un beso con olor a brillante sol, con el tacto del calor, y el sonido de la luz. Donde solo los corazones que aman y son amados pueden estar, donde el tiempo ya deja de tener sentido porque el sentido lo da el amor.

Ella ya no está, ella no volverá.

Ella lo espera sin prisas, pues sabe que él también partirá y, ella irá a su encuentro y con beso eterno lo recibirá, con un abrazo de fuego lo acogerá.

Él ya sale de casa, y antes de cerrar, una mirada al pasillo, sabiendo que no la encontrará y con una pequeña lágrima recorriendo su mejilla hasta el centro de su alma dirá.

"Hasta la noche mi vida, cuando entre las estrellas te volveré a encontrar".

viernes, 12 de marzo de 2010

Soledad

Ven , sientate a mi lado.
Cuanto hace que no escucho tu respiración, que no veo tus bonitos ojos frente a los mios.
Ven sientate, esperaremos que salga la luna, escoltada por miles de estrellas.
Pintaremos con nuestras manos nuestro trozo de cielo. Nuestro jardín de parpadeantes luces estelares.
Elige un lucero, el más brillante, te lo regalo, es tuyo. Como mi corazón.

Ven duerme en mis brazos, sueña en mi pecho, despierta en mi boca.

Ven escucha como suena mi tristeza, como muere mi sabor, como brillan aún mis sueños, sabiendo que. solo son dolor.

Ven y dame un beso, justo antes de despestar, de este sueño largo, que es desear volvernos a amar.

Ya no se como brilla las risas de mi amiga de verdad, ya no se a que sabe la alegría ni creo volverla a encontrar.

No vengas a contar las horas que pasan sin más, no vengas a ver mi alma, como se seca sin más.

Solo tu te sientas a mi lado, mi querida soledad.