jueves, 29 de octubre de 2009

Un poema un sentir



Un recuerdo, una sonrisa, una alegría, un poema.

Una gran amiga me descubrió a este gran poeta, M.Hernández.
Y este poema es especial para mí. Hoy lo recordé mientras escuchaba una canción igualmente especial.

Lo ofrezco desde aquí a modo de agradecimiento a ella. Para darle las gracias por tantas cosas que merecen mi “gracias”.
Gracias por que cada dia, cada mañana, nos ilumina la existencia con su fugaz, pero maravillosa sonrisa.
Los que la hemos conocido sabemos que habrá valido la pena nuestro paso por este mundo cargado de tristezas, compensadas todas ellas, con creces, por haber gozado de su amistad.
No puedo más que decirle de corazón GRACIAS.


Fue una alegría de una sola vez

Fue una alegría de una sola vez,
de esas que no son nunca más iguales.

El corazón, lleno de historias tristes,
fue arrebatado por las claridades.

Fue una alegría como la mañana,

que puso azul el corazón, y grande,

más comunicativo su latido,

más esbelta su cumbre aleteante.


Fue una alegría que dolió de tanto
encenderse, reírse, dilatarse.
Una mujer y yo la recogimos

desde un niño rodado de su carne.


Fue una alegría en el amanecer
más virginal de todas las verdades.
Se inflamaban los gallos, y callaron

atravesados por su misma sangre.


Fue la primera vez de la alegría
la sola vez de su total imagen.
Las otras alegrías se quedaron
como granos de arena ante los mares.

Fue una alegría para siempre sola,
para siempre dorada, destellante.
Pero es una tristeza para siempre,
porque apenas nacida fue a enterrarse.


Miguel Hernández

lunes, 26 de octubre de 2009

Sin ruido






-No llores mamá- repitió una y otra vez sin ni siquiera darse cuenta que no se oía a sí mismo. Que lo que llegaba a su cabeza era su propio pensamiento. Fué extraño ver como las lágrimas de su madre eran como una película muda. Lo más doloroso, no volver a oir un te quiero de mamá.


Pero cuando algún sentido nos falla , agudizamos el resto e incluso, desarrollamos uno que teníamos escondido. Uno que tiene más que ver con el alma que con nuestro ser físico. Uno que nos permite reconocer el latido enamorado de un corazón, la pena del interior, la mentira escondida en palabras de amistad.


A sus 14 años ya no conocerá jamás como suena un te amo, como rie un bebé, como llora un crío que quiere un dulce. Pero a cambio, puede percibir el vibrar de un árbol, el latir de un corazón vivo, el miedo escondido tras sonrisas nerviosas.

Caminar sonriendo, llenandose de esas cosas que ya no valoramos, de olores, colores, respirando el aire fresco del bosque, sentir en su rostro la vida del planeta.

Quien es el minusválido? él o nosotros. Él que percibe sentimientos, o nosotros que nos dejamos guiar por nuestro egoismo, que nos engañamos, que pudiendo escuchar el grito desesperado de un amigo buscando ayuda, giramos la cara.

No oye nuestros "buenos dias", a cambio da un abrazo cálido, sincero. Y su rostro siempre sonriente, enamorado de la vida, del mundo. Con todos sus habitantes, animales, plantas, seres humanos, y esos seres no humanos.

En un mundo sin estridencias, sin gritos, vive él. Lo envidio, poder tener el silencio suficiente para oir nuestra propia alma, poder escuchar nuestros pensamientos. Poder comunicar con una mirada amor, miedo, incredulidad, felicidad.

Hoy me gustaría tener mi mundo, sin ruidos, solo con recuerdos, solo con imágenes de felicidad. Si no oigo su voz, no quiero oir. Ojala pudiera darle a él lo que ya no me llenará jamás de felicidad, ya oí demasiadas promesas rotas, demasiadas mentiras, demasiados reproches.

Levantaré mi muralla, que no deje pasar el sonido de fuera, no quiero oir más el sonido del odio, del rencor, de la bondad malinterpretada, la voz del mentiroso que levanta falso testimonio.

Algún dia lo echaré abajo, hoy no. Hoy quiero ser como él, no quiero ruidos del exterior, quiero poder oir mi alma. Poder comunicarme con ella, un alma que se seca por momentos sin todavía haber dado todo de sí. Hoy prefiero mi silencio al silencio de quién quiero oir.

Hoy deseo estar sin ruido, hoy somos iguales él y yo, enseñame a sentir, a oir no podré enseñarte yo. Y no te sientas especial por ello, hay tantas personas que pudiendo, no quieren oir, tal vez ya no tengamos nada que decirnos.

No, esa no es la razón. Aún tengo demasidas por decir. Pero ya no hay quien escuche...




sábado, 24 de octubre de 2009

Perdido



Perdido sin brújula no dejo de buscar mi rumbo.
Perdido sin guía no dejo de tropezar.
Perdido sin consejo no dejo de equivocarme
Perdido sin amor no dejo de morir.

sábado, 17 de octubre de 2009

Las palabras


Letras unidas en si. Formando palabras que pueden golpear, dañar o todo lo contrario, abrazar, besar tu alma, dar calor y felicidad.
Cuanto deseamos leer ciertas palabras, cuando odiamos leer otras. Y como otras llegan por sorpresa sin ser esperadas. Pero necesitamos tenerlas cuando provienen de alguien que queremos. Su ausencia nos hace sentirnos perdidos.

Como apagar la necesidad de comunicarnos con quien tenemos tanto que decir.

Como acostumbrarse a no leer sus palabras, esas mismas que estuvieron en su mente. Que nacieron del corazón tal vez. Que las creó para nosotros. Que por un momento, al nacer, sabemos que pensó en nosotros, reconocemos ese algo especial con el que quedaron impregnadas.

Palabras, ?las hemos inventado nosotros o simplemente las encontramos, en algún rincón de la esencia del ser?.
Tal vez sea lo poco que nos queda de un nacimiento casi místico del alma , en un tiempo que ni siquiera conocemos. Tal vez es lo único que nos queda de esa magia que antiguos druidas percibieron en rincones remotos del planeta.

Palabras que aún contienen esa pequeña parte de magia. Contienen una resina desconocida que hace que se peguen en nuestro interior. Palabras que nos marcan por su significado más que por su abundancia.
Una frase, una pequeña combinación de ellas será capaz de marcarse a fuego en las paredes internas de nuestro espíritu. Será nuestro recuerdo no visible al exterior. Y es mucho más nuestro porque aunque las digamos en voz alta nadie sabrá que significan en nuestra vida, a veces ni siquiera quien las escribió o pronunció se dará cuenta que salieron de ella. Que se quedaron con nosotros y ahí estarán acompañandonos hasta que extingamos nuestro aliento. Y no necesitaremos pronunciarlas en el último momento porque están escritas sobre nuestro corazón con la invisible tinta del recuerdo.

Lo increible es cuando nos ponemos a pensar, "¿qué palabras, que frase me dejaron realmente huella?". Y sale una frase que llevaremos hasta ese último momento sobre este azulado mundo, escrita dentro de nosotros y nos hará sonreir o dejar escapar una lágrima, cálida y dulce.
"Tenemos un problema. Tú también me ..." El resto de la frase me pertenece es para mi alma y para mí, así que no la acabaré por escrito. Son mis palabras
.